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MUJERES AL MANDO DE LAS TRADICIONES HUASTECAS

Fue hace un año que una amiga mía me invitó al pueblo de donde es originaria su familia. Es un poblado en el estado de San Luis Potosí justo antes de iniciar Hidalgo, y después de pasar Tamazunchale, donde  se reúnen año con año para las festividades de día de todos los santos.

Acepté con buena gana su invitación porque tengo vicio por la carretera y ese verbo popularizado de “pueblear”, así que subimos maletas en el auto y nos dimos a la aventura.  El recorrido fue de aproximadamente 6 horas llenas de paradisíacos paisajes, sierras escondidas bajo la neblina, cascadas que se asomaban sigilosas a orilla del camino salpicando traviesas a los autos que pasan, la abundante vegetación inunda la vista y el calor va incrementándose poco a poco.img_3507

Este poblado llamado Chapulhuacanito, es famoso por ser la puerta grande del Xantolo (para nosotros es la fiesta de todos los santos), mismos donde preparan platillos tradicionales como el Zacahuil, mole de tlamanes y tamales de carne o queso. El calor es considerable, rebasando los 40  grados a la sombra y de un estilo muy bochornoso debido a la vegetación y los ríos circundantes. El pueblo se engalana casa a casa con el tradicional altar de muertos que se coloca en forma de arco cubierto con hojas de palma y adornado con cempazúchitl y flores moradas, se cuelgan frutas y servilletas, la comida va más abajo, en el suelo el sahumerio con copal nos conecta con nuestros antepasados y los perritos o guajolotes de barro que custodian las velas que alumbrarán el camino a los difuntos. Cada casa coloca un camino de pétalos de cempazúchitl que va desde la calle o carretera hasta la entrada a cada casa y afuera se prepara la ofrenda para las almas solas, aquellas cuyas familias los han olvidado o han fallecido también. En este lugar ningún difunto se queda sin invitación.

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La festividad comienza a finales de junio con la siembra de la flor de cempazúchil y a mediados de octubre, cada barrio baja las máscaras que han sido guardadas durante todo un año y que son consideradas sagradas, pues son preparadas por un ritual que las une con su respectivo dueño. A finales del mismo mes empiezan a salir los grupos de comparsas bailando mientras los huapangueros sonorizan sus pasos y se realiza un ritual para recibir a los muertos. Iniciando noviembre llegan los difuntos guiados por el sonido de los cohetes lanzados desde las entradas de cada casa y el aroma a pólvora nos avisa que los espíritus de nuestros seres queridos están de vuelta con nosotros.

Las comparsas son grupos de personas, originalmente hombres,  que se disfrazan y bailan al son del huapango. No son disfraces comunes sino que hay ciertos personajes en particular como son el chiflador, el perro, el diablo, las mujeres y el cole mayor quien es su líder. El diablo es la figura más representativa de esta festividad, puede tener los cuernos parados o agachados, su atuendo consiste en un traje totalmente negro, corbata, botas, un paliacate con la virgen que le cubre la espalda, el chirrión y la máscara que puede ser hecha tanto de cuero como madera o cartón.

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Cuenta la leyenda que esta máscara fue encomienda del mismo demonio a un zapatero hace años y se considera sagrada, si alguien la usa, tiene la obligación de bailar por 7 años seguidos o se corre el riesgo de volverse loco. Así mismo, el chirrión es una especie de látigo hecho de mecate y madera, tiene un significado especial: es el «instrumento del diablo», el cual se cree que ahuyenta a la muerte con su sonido, pues ésta ronda a sus anchas durante estas fechas. Cayendo desde su cabeza y cubriendo sus espaldas, el paliacate con la imagen de la Virgen de Guadalupe los protege de los riesgos inminentes que corre aquel quien porta la máscara sagrada.

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Las mojigangas son una especie de gigante hecho de papel maché movido por un danzante en su interior, entran en acción el primer día de noviembre cuando, junto a los huapangueros, salen recorriendo las calles a las 5 de la mañana y su recorrido se extiende hasta entrada la noche cuando la gente se reúne tras ellas al son de los matlachines donde se forma una hilera de hombres y otra de mujeres que zapatean el paso básico de huapango hacia enfrente y hacia atrás, después, la hilera de mujeres pasa zigzagueando entre los hombres, los papeles se invierten y terminan de nuevo con un vaivén hacia delante y atrás.

Antiguamente las comparsas eran exclusivamente para los hombres, tanto los personajes de los disfrazados como los huapangueros e incluso los disfrazados de mujeres eran representados sólo por los varones de la comunidad. Sin embargo, la situación económica fue tornándose cada vez más compleja obligando a los jefes de familia junto con los hijos varones a migrar principalmente a  Estados Unidos. Fue así como las mujeres, viendo que la tradición empezaba a mermar, tomaron la iniciativa para continuar con los rituales legítimos negándose a dejarlos morir. Así que comenzaron a disfrazarse.

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Pronto tenían las celebraciones en sus manos y se han conservado intactas, las calles siguen oliendo a copal y tanto niños como niñas truenan los chirriones desde que pueden sostenerlo en sus pequeñas manos. Y es que mantener viva una tradición no es sencillo, para empezar no todas las familias tienen el conocimiento para hacer todo lo necesario, no cualquiera sabe tejer un chirrión o confeccionar una máscara, no todos tocan huapango y definitivamente no todos cocinan Zacahuil, peor aún es si alguno de los eslabones de esta cadena sanguínea llega a desinteresarse y decide no enseñar a sus hijos lo que sabe, a no pasar sus conocimientos y dejar morir en el olvido el papel tan importante que tiene en sus manos. Yo por mi parte sugiero y espero que se realicen talleres para que los niños y adultos aprendan a hacer su propio zacahuil, chirrión, máscara o mojiganga, que de esta manera nuestro linaje se empape de interés y siga creciendo el respeto a nuestros antepasados y sus creencias.

Es así como, gracias a la valentía de aquellas mujeres, a su interés, a su respeto y al amor que tienen por sus raíces y antepasados que Xantolo no sólo sobrevivió a su crisis cultural, sino que se impone cada vez más fuerte, más grande y más sonoro con el huapango que suena y rasga la quinta huapanguera inundando el ambiente de festividad y obligando a todos, incluso a los visitantes, a zapatear aún sin saberlo.

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2 Comments

  • Caro
    Posted noviembre 15, 2016 at 4:32 pm

    Ponen unas flores hechas de un tipo de maguey o una suculenta son muy bonitas
    Es bonito visitar pueblos con tanta tradición
    Gracias por compartir

  • Yan Perez
    Posted diciembre 19, 2016 at 9:20 pm

    Por alguna razón las fotos las veo borrosas, desconozco si es mi dispositivo, pero sin conocer el lugar, el detalle del relato hace que indudablemente heche a volar mi imaginación, besos

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