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MENOS CUIDADO, MAS DIVERSIÓN

¿Queremos?
Silvia Russek en su blog sobre crecimiento y bienestar emocional nos dice que de la misma manera que nuestro cuerpo necesita dormir y descansar para recuperarse y funcionar adecuadamente, necesitamos divertirnos para recuperarnos del desgaste emocional y psicológico y aumentar nuestra salud y bienestar general. La risa, que suele ser una respuesta física producto de la diversión, tiene un efecto directo en nuestro cuerpo; mejora la circulación, fortalece el sistema inmunológico, libera endorfinas que disminuyen o incluso eliminan el dolor y producen una sensación de bienestar general, reduce la ansiedad y la tensión ; lo que nos dispone a desarrollar una actitud mejor en nuestro día a día. Con estos argumentos cualquiera diría que naturalmente todas procuramos la diversión en nuestra vida. Pero ¿es así?

¿Cómo nos divertimos las mujeres?

Sin importar mucho si eres una mujer de «edad avanzada», o de «mediana edad», o incluso si eres una mujer «millennial», nuestro concepto de diversión parece suscribirse en muchos casos a una actividad en compañía de otros. Y no es que esté mal, la pregunta es si esto nos da o nos quita posibilidades.

Antes de seguir quiero invitarte a que hagas una reflexión a manera de experimento; haz un listado de las 5 actividades que en la actualidad más te divierten. Analiza cuántas de estas haces en compañía y cuantas puedes realizar contigo misma. No, no pienses que esto se trata de promover la soledad o algún tipo de individualismo. Es más bien una invitación a revisar nuestra capacidad de generar momentos de diversión. Cómo hemos aprendido a darnos esos momentos, qué oportunidades nos han sido dadas y cuantas nos han sido negadas, cómo y porqué; la intención es hacer crecer nuestra conciencia de esto y con un poco de suerte nuestras posibilidades.

Un vistazo a la realidad

En una publicación del INEGI (Instituto Nacional de Estadística  Geografía e Informática) en 2014 en México, sobre el uso del tiempo, se exponen datos que evidencian la mayor e importante participación de las mujeres en relación a los hombres, en el trabajo no remunerado y la consecuente falta de oportunidades para desarrollar actividades fuera del ámbito doméstico que les retribuyan monetariamente o les den algún reconocimiento social; y que incluso les restan tiempo para la diversión y el descanso, situación que va en detrimento de su calidad de vida. Estos datos son válidos a todas tanto en población urbana como rural y para un amplio espectro de edades, todas las que cubren edad productiva.
Es cierto que la tasa de participación económica femenina va en gran aumento, sin embargo los roles en la mayoría de los hogares no cambian proporcionalmente, pues se sabe que las mujeres realizan la mayor parte del trabajo doméstico, particularmente en lo referente a los cuidados, ya sea de los integrantes de la familia en sus distintas condiciones o bien a la casa misma independientemente de que participen en el mercado laboral, lo cual constituye una mayor carga de trabajo y esfuerzo. Es muy importante reconocer este papel de «cuidador» que se le otorga a las mujeres preponderantemente, que no es remunerado ni valorado, y que lejos de ello es considerado en ellas «natural».
Esta realidad nos deja claro que las posibilidades de tiempo de esparcimiento y diversión para las mujeres, no son una prioridad.

Nuestro papel es cuidar y estar para los otros ¿es así?

La doctora Marcela Lagarde dice: Las sociedades actuales asignan un papel vitalicio a la mujer, como condición natural y a partir de las organizaciones sociales; «son ellas quienes cuidan a los otros, hombres, familias, hijas, hijos, parientes, comunidades, al medio ambiente, a los sujetos políticos y a sus causas. Cuidan su desarrollo, su progreso, su bienestar, su vida y su muerte». La condición de cuidadoras gratifica a las mujeres afectiva y simbólicamente en un mundo gobernado por el dinero, la valoración económica del trabajo y el poder político. Los poderes del cuidado sin embargo, no sirven a las mujeres para su desarrollo individual y moderno porque no se trasladan del ámbito familiar y doméstico al ámbito político e institucional. La fórmula enajenante que la mujer ha aprendido, o adquirido es » el descuido para lograr el cuido» .
El tiempo principal de las mujeres, su mayor energía vital, afectiva, erótica, intelectual y espiritual; la inversión de sus bienes y sus recursos tienen por principales destinatarios , los otros.
Así es como las mujeres hemos desarrollado una pseudoconciencia que está al pendiente de las necesidades de los otros antes que de las necesidades de nosotras mismas, y que busca la legitimación social a través de la construcción de conceptos como «solidaridad femenina», ancestral nobleza relacionada con un papel de abnegación, que ha derivado en la sumisión y la posición inferior jerárquica frente a los otros. No es fácil que en este orden de prioridades quepa el reconocimiento de lo que a cada mujer auténticamente le podría ser divertido, o placentero. Seguramente hay una gratificación en mirar y contribuir al bienestar de otros, la pregunta es ¿será suficiente el bienestar de otros para generar una sensación de diversión propia?

¿La mujer moderna se divierte más?

Feminismo y Género
A lo largo del siglo XX, las trasformaciones sociales nos han encaminado de alguna forma a la renuncia de ese papel de abnegación, las mujeres nos esforzamos y nos sumamos al desarrollo individual para formar parte del mundo moderno, luchamos por el éxito social y nos adherimos al mundo de la competencia. Ahora, las mujeres, en el proceso estamos atrapadas en una relación que sigue siendo inequitativa, en la que nos forzamos a cuidar, y al mismo tiempo a desarrollarnos, a mirar a los otros y mirarnos también. Creció en nosotros el deseo de crecimiento propio, sin embargo no hemos soltado la necesidad de participar en el proceso de desarrollo de otros, y qué difícil.

Hoy en día, podemos ver claramente que los límites sociales establecidos por modelos basados en el género varían tanto histórica, como culturalmente, lo que no impide que funcionen como componentes fundamentales del sistema social mismo, que a veces impulsan las trasformaciones y otras veces las obstaculizan. Pensemos en cómo las formas «culturalmente apropiadas» de comportamiento de hombres y mujeres están mediadas por diversas instituciones sociales, instituciones económicas, políticas y religiosas que tienen sus propios y particulares intereses. Lamas, M. (2013)
Estamos en la transición. Intentamos aprender que no hay nada heroico en la sumisión o en el estoicismo. El cuidado como deber de género es un gran obstáculo en el camino de la equidad social ya que implica todo un conjunto de actividades y utilización de recursos de la vida de cada persona que lleva esa carga. Hay que trabajar en desmontar el papel de la mujer como cuidadora, y para ello se necesita trabajar en una reorganización profunda de la división del trabajo. Necesitamos la socialización del trabajo doméstico, para liberar el tiempo de las mujeres, y así permitir y propiciar espacio de desarrollo personal en el que quepa el cuidado a nosotras mismas, y en ese cuidado reconozcamos la importancia de nuestro descanso y porqué no, del regalo de la diversión.
Hagamos de nuestro derecho a la diversión una prioridad
Si eres mujer, hasta ahora la diversión no ha sido una prerrogativa, el autocuidado en cualquiera de sus expresiones no está en los primeros lugares de la lista, y cuando digo prerrogativa lo digo en el estricto sentido de la palabra; la diversión no es un privilegio, no es una gracia que se nos concede a las mujeres para gozar de ello. Para las mujeres el cuidar de otros es una prerrogativa, mirar las necesidades de los otros antes que las nuestras es una prerrogativa, ser sensibles y saber comunicar nuestros sentimientos es una prerrogativa y así, poner al servicio de otros nuestras capacidades. Hagamos entonces de nuestro derecho, de nuestro gusto y de nuestro placer una prerrogativa, porque la sociedad patriarcal no lo hará. Sólo reconociendo nuestras ataduras podemos renunciar a ellas, practiquemos menos el cuidado y mucho más el placer y la diversión, que son tan necesarios. Esto redundará en mujeres más fuertes y satisfechas, que se sientan mucho más en contacto con su bienestar, al mundo eso también le conviene.