El día que les dije a mis familiares y amigos que soy fotópata de naturaleza se asustaron, no sé si pensaron que tenía una patología o afección, lo cierto es que el término aunque no reconocido en un diccionario, es utilizado para definir la afición profesional o no a la fotografía en espacios abiertos, también suele utilizarse para describir a fotógrafos aventureros e incansables viajeros que aman y capturan la memoria gráfica de la naturaleza y todo su significado, aquí lo importante no es la cámara sino la visión del fotógrafo.
A veces me siento a reflexionar y me pregunto por qué cuando niña no tenía una cámara para captar las composiciones que la naturaleza me regalaba, cuando vuelvo a los campos de alcatraces, paisajes arbolados o a los ríos, hoy extintos, desearía regresar en el horadado fantasma del tiempo. Sin embargo, siendo mi país uno de los más megadiversos del mundo y el paisaje contemporáneo patrimonio natural y cultural, las posibilidades para los fotópatas de naturaleza se vuelven infinitas. He tenido la oportunidad de fotografiar ahuehuetes y dalias, dos de los símbolos nacionales naturales más representativos de México y quizás los más olvidados por los fotógrafos, en mis fotografías me gusta comunicar más allá de la técnica y conectar con los ojos y las emociones del espectador.
Me apasiona sorprender y trascender, al final, la mayoría de los espectadores no son profesionales en fotografía y ven con ojos emocionales. Cuando eres un fotópata de naturaleza silvestre o urbana, no sólo eres fotógrafo, te conviertes en un conservacionista gráfico, un botánico y hasta un cazador de memorias. La fotografía de naturaleza no sólo es colorida belleza, son contrastes, fatalidades y barbarie.
En un concurso de fotografía de horticultura ornamental en el que tuve el privilegio de formar parte del comité organizador y del jurado, la discusión para definir ganadores se centraba en la técnica y no en el contenido que sin duda podría tender a la subjetividad pero que puede resultar más trascendente que los propios yerros fotográficos.
Sí, yo soy fotópata de naturaleza, apasionada de la jardinería y la horticultura, más mexicana y espinuda que el nopal; heredé de mis padres el gusto por las flores y las plantas, cada nueva flor o planta era un descubrimiento, una necesaria expedición para descubrir su origen, un cúmulo de conocimientos, una explosión de colores y formas, una cátedra de la naturaleza.
Horticultora, jardinera, foodie o comidista, investigadora cultural gastronómica, fotógrafa y fotópata de naturaleza, emprendedora social, articulista para diversos medios electrónicos nacionales e internacionales. Premio Municipal de la Juventud de la Juventud en la categoría de protección y preservación del medio ambiente y Galardón Poblano Distinguido.