
Aún recuerdo cuando era pequeña (apenas ayer) y mi madre se sentaba por la tarde a ver esas películas mexicanas llenas de drama, romance y en algunos casos comedía, pero lo que más marcó en ese entonces mi gusto por esas cintas fue la belleza de las fotografías que enmarcaban las escenas del campo, la ciudad, los gestos dramáticos.
Era increíble que aún en blanco y negro fuera posible distinguir las nubes, una flor, un mínimo detalle. Con solo una imagen se podía vivir el llanto, la angustia, la felicidad, el enojo, el drama en general.
En aquella época del cine de oro nacional contamos con grandes fotógrafos que retrataron el México de aquel entonces. Entre estos magos de la imagen estaba el gran Gabriel Figueroa, quién exponía de manera excepcional el paisaje, sobre todo al trabajar junto a grandes cineastas.

Gabriel Figueroa Mateos fue un cinefotógrafo y director de fotografía, figura importante de la época de oro del cine mexicano.
Su lente descubrió un México de claroscuros, en el que el maguey y la nube reinaban sobre el interminable paisaje de volcanes.
A través de su mirada mostró un México vibrante y lleno de vida. Como él mismo lo expresó al recibir en 1971 el Premio Nacional de las Artes: “Estoy seguro de que si algún mérito tengo, es saber servirme de mis ojos, que conducen a las cámaras en la tarea de aprisionar no sólo los colores, las luces y las sombras, sino el movimiento que es la vida.”
El estilo pictorialista y el uso selectivo y preciso de la iluminación, denominado retrato a la Rembrandt, fue aplicado en su trabajo cinematográfico, no solamente en sus arriesgados Close-ups que acostumbraba hacer a sus actores, sino en la meticulosa tarea de balancear el claroscuro, que habría de convertirse en una de las señas particulares de su estilo.
Fueron en revistas de la época en donde se publicaron un buen número de estos retratos.

Aprendió a manejar de una manera impecable el retoque en las imágenes eliminando de algunas escenas nubes o rayos de sol o resaltando más éstos, efectos solicitados por los directores cinematográficos que deseaban enmarcar la emoción de la escena en lugar del paisaje.

En esa época nacieron muchos «fotocineastas» que dejaron huella incluso en los estudios de Hollywood, no cabe duda de que el talento mexicano es grande. No sólo me refiero al cine, en general la fotografía de aquella época además de ser bella, también es histórica.

Les invito a admirar un día de estos alguna película mexicana de aquella época y que al hacerlo descubran las imágenes que estos grandes nos dejaron como antecedente para nuestro trabajo.

Mujer, esposa y madre. Apasionada por la vida y en constante aprendizaje.