Como fotógrafa de boudoir y retratos sensuales, constantemente me enfrento con las inseguridades de mujeres que deciden pedirme un servicio. A pesar de ser ellas las que contratan sus fotos, que suelen ser como regalo a su pareja o algunas veces también como regalo a ellas mismas, es sorprendente el grado de negatividad respecto a su cuerpo y, hacerse fotos parece ser muchas veces casi un sacrificio en vez de ser un regalo. El simple hecho de agendar una sesión va cargado de miedos y expectativas («cuando baje de peso», «cuando me haga tal operación», «cuando haga más ejercicio y esté más fit», etc.), peticiones especiales («…pero me quitas lonjas», «me retocas las arrugas», «me quitas tal cicatriz»), justificaciones («es que no me gusto, pero es un regalo porque cumplo tantos años», «aunque no soy fotogénica, es para mi marido», «me lo pidió mi novio», «no soy vanidosa, pero me dijo una amiga que sería divertido»), y preocupaciones (¿y si se nota el Photoshop?, ¿y si me juzgan?, ¿y si me veo mal? ¿y si no le gusta a mi pareja? ¿y si me veo vulgar?). Todo esto siempre hace que el día de la sesión se postergue, tome muchas horas de mensajes con dudas o simplemente no llegue, pero cuando llega, lo maravilloso de estas fotos es que siempre logran subir la autoestima; al menos de momento, porque durante la sesión y con el resultado sin retoque, se sorprenden de lo que significa explorarse y verse en una faceta íntima o sensual a través de la cámara, siempre las impacta de manera positiva.

El problema está cuando las fotos llegan a mostrarse a otros, muchas veces las devuelve a la inseguridad original. Ha pasado que después de una sesión decidan que las fotos se muestren, que las compartan, que no queden guardadas y piden ponerlas en mi página o las suben a sus redes. Pero me entristece la cantidad de fotos que tengo que quitar y de las que se arrepienten debido a celos y prejuicios. Por suerte no es todas las veces, pero nunca falta una clienta que me diga que, aunque a ella le encantaron sus fotos su marido la regañó o que ahora se avergüenza porque alguna amiga o familiar le dijo que parece prostituta, que muestra de más, que vale más como para mostrarse así, que es denigrante, que no necesita enseñar, que su cuerpo lo debería conocer solamente su esposo o incluso que hay alguna compañera de trabajo circulando sus fotos para denigrarla… Con este tipo de comentarios, es lógico que se depriman y decidan guardar o tirar las fotos. Y no importa si ellas consideran que las fotos son de buen gusto, que se perciban atractivas y nada vulgares, si alguien lo llega a opinar, parece ser la verdad absoluta y pesa más que su propia opinión, y parece ser que no tiene importancia la cámara, ni la fotógrafa, ni su propia belleza, ni que las imágenes finales sean buenas o artísticas. Una sola opinión negativa puede derrumbar lo que la sesión había logrado en cuanto a la seguridad de una mujer.

Aunado a estas experiencias debo agregar que en mi grupo en redes sociales: Lady Boudoir, donde me dedico a trabajar estos temas: intentar empoderarnos, subir nuestra autoestima, promover la diversidad de cuerpos, conocernos y reconocernos como mujeres frente al espejo y en lo social, etc; suele existir también cierta frustración. La razón principal de que el grupo exista, es que fue un desahogo personal ante la gran inseguridad de las mujeres, que ya se ha mencionado, e intentar analizar y quitar prejuicios para aumentar nuestra autoestima.
Felizmente el grupo ha crecido y ha empoderado a muchas mujeres mediante campañas, proyectos, autorreflexión, educación y concientización, pero a pesar de todo lo positivo que es el grupo, también puede llegar a ser desalentador, como cuando algunas mujeres de lo más activas que trabajan en su amor propio, se desaniman por algún comentario negativo, sobre todo de algún familiar cercano y les hace olvidar todo el discurso que se suponía las empoderaba. Recientemente, por ejemplo, hicimos un par de challenges durante la cuarentena, uno implicaba mostrarnos en lencería en un video, haciendo una actividad cotidiana y mostrando de forma divertida la diversidad de cuerpos y las diferentes bellezas fuera del estereotipo, otro se trató de recrear posters clásicos pin up con selfies o fotografías en casa. Todas las participantes estaban divertidas, felices y orgullosas de participar. Pero el problema llegó cuando algunas recibieron comentarios y críticas sobre mostrar su cuerpo, que venían sobre todo de familiares, al grado de hacerlas dudar sobre si era bueno participar en esto, porque tal vez afectaría su imagen en el trabajo o porque la lencería sólo debe verla el marido o porque no es de mujeres “decentes”; muchas veces ni siquiera notaban lo ofensivo de los comentarios porque venían acompañados al final con un: «te lo digo porque te quiero» o «te lo digo por tu bien» o «porque me preocupas».

Tanto las campañas que implican mostrar diversidad de cuerpos como las fotos boudoir, son polémicas porque rompen estereotipos y ponen a la mujer retratada en una situación donde parece ser que la que menos derecho tendría de decidir lo que hace con su imagen o cómo se maneja es ella misma. Todo esto me ha hecho reflexionar acerca de la fragilidad del amor propio y la poca aceptación que tenemos de nosotras mismas; siempre dependiendo de la opinión de los demás, sobre todo cuando se trata de nuestra imagen y, peor si implica mostrarnos en redes sociales. También hace que me pregunte sobre el necesario “decoro on line” por llamarle de algún modo, a la presión de cómo nos mostramos que además, suele ser monitoreado y juzgado sobre todo por otras mujeres, generalmente cercanas.

Es así que llegamos a un dilema que ya se ha puesto sobre la mesa y que implica dos principales posturas: ¿Las fotos en ropa interior o sensuales «objetivizan» el cuerpo de la mujer y promueven el mismo discurso dominante sobre el género? o bien ¿la empoderan al tomar control sobre su imagen y su decisión sobre cómo quiere mostrarse? Si la primera postura es correcta querría decir que, una foto que seleccionas para mostrarte como mujer, no debe tener ningún grado de sensualidad, ni ser atrevida, pero ¿qué no a muchas mujeres nos gusta también sentirnos sexys? ¿no nos lleva al otro extremo de cuidar una imagen de mujer sumisa, humilde y recatada? Y es que mostrar el cuerpo parece ser condenado y se juzga como vulgar y además parece que se promueve la cosificación; por el contrario, si las fotos boudoir empoderan y suben la autoestima al grado de que me atrevo a considerarlo terapéutico, ¿por qué para muchas mujeres las fotos deben quedar guardadas o ser aprobadas por alguien más incluso cuando se tienen ganas de mostrarlas al mundo?
Algunos opinan que el subir fotos en las que te enorgulleces de tu cuerpo es mostrar tu vanidad, lo cual es muy condenado como mujer ya que, la sociedad promueve que debes ser bonita sin que se note, que te sabes bonita y que lo eres sin proponértelo. Pero las fotos en redes ¿qué no implican un grado de vanidad? Cuando cocinaste durante cuatro horas, cuando te arreglaste para una fiesta, cuando tu hijo sacó diez en la escuela, etc. Las redes sociales funcionan como aparador, pero no quiere decir que nosotras seamos mercancía. Buscar validación de los demás puede ser aceptable, y puede que aumente la autoestima, siempre que no se lleve al extremo de complacer a los demás, sino de tener control sobre la propia imagen. Lo único que realmente puede aumentar la autoestima eres tú misma y tu relación contigo. Considero que el error está en basar nuestra autoestima en la cantidad de likes o la cantidad de opiniones positivas dentro o fuera de internet; entonces nos encontraremos en una constante selección, edición y performance de nosotras mismas a partir de lo que opinen los demás, buscando la perfección que de por sí se nos impone como mujeres y esto es justo lo que impide tener una autoestima sana y real, porque no pasa por nuestra conciencia, se mide por otros.

Estamos conscientes que las redes sociales tienen todo menos autenticidad en lo que se muestra y ahí tendríamos que tener claro que lo que el mundo ve de ti, lo debes controlar solamente tú, mediado por tus decisiones y satisfacción personal, no por un ideal social que debes cumplir. Se supone que las redes son divertidas, pero lo cierto es que hoy en día construyen parte de nuestra identidad y tener control de la imagen personal es importante.
Habemos quienes opinamos que las redes tienen su lado positivo, por ejemplo, lo he visto con mi grupo Lady Boudoir. Además, tienen la ventaja de que se puede mostrar que hay diferentes facetas y formas de ser mujer, se puede celebrar la sensualidad sin que implique ser vulgar o menos decente. En redes surgen términos como el “body positive” y el “body shamming” que promueven aceptación de todos los cuerpos y reprueban avergonzar a alguien por su físico. Aunque habrá opiniones sobre cómo debes mostrar tu cuerpo, eres tú quien decide escucharlas o no, y no deberían ser tan poderosas como para hacerte quitar una foto de la cual seguramente en dos días ya nadie se acordará, porque en las redes, todo es inmediato y no hay memoria.
Mientras se sigue promoviendo un sólo tipo de cuerpo en los medios oficiales (tv, cine, prensa, revistas) en las redes y la cultura “on line” existe diversidad y se puede promover el que las mujeres somos mucho más complejas, que nuestra imagen no es una sola ni es perfecta, ni necesitamos cumplir las expectativas sociales. Muchas mujeres que entran al grupo Lady Boudoir, cuando ven o participan en alguna campaña que celebra la sensualidad y la diversidad de cuerpos, cambian su idea sobre belleza, se identifican y se sienten mejor en su propia piel.

Las mujeres, cuando mostramos nuestras fotos, no siempre buscamos aceptación, muchas veces es simplemente una autoexploración, aceptación o reconciliación con nosotras mismas. Y somos igualmente dignas de respeto y valiosas nos mostremos como nos mostremos. Hace mucha falta trabajo personal frente al espejo como mujeres, que somos a las que históricamente se nos ha presionado para ser bellas. Pienso que, para llegar a un ideal de belleza más real y auténtico, debemos sentirnos y mostrarnos orgullosas tal cual somos, en todas nuestras facetas, divertirnos y explorarlas sin depender de la opinión de los demás y no continuar presionadas por los filtros adecuados y los falsos modelos para vernos más bellas y aceptables ante la sociedad.
Considero que es tal la presión y control sobre nuestro cuerpo que ni nosotras mismas nos atrevemos a conocerlo. Nos vemos sin vernos, nos presionamos y deprimimos por ideales sociales sobre cómo comportarnos y lo que debemos sentir o aparentar. Incluso el hecho de comprar una lencería, debe ir acompañada de una razón que lejos está de complacernos: vernos en ella, pensarnos bonitas, hacerlo por nosotras generalmente es lo de menos, y suele ser más bien para complacer un marido o novio. Además, la lencería se supone solo debe ser usada en la cama, como medio para seducir. Y es por esto que posar en lencería o ropa interior puede llegar a empoderarnos, porque nos terminamos observando de manera íntima y explorando nuestra propia sensualidad, que se nos tiene tan prohibida, sin el pretexto de hacerlo por y para otro.
El miedo a que nos vean imperfectas nos aprisiona en pensar en nosotras mismas solamente de acuerdo a lo que piensan los demás y el resultado es la negación de nuestro cuerpo, el delegar el control de nuestra propia imagen a la sociedad.
Dejemos de dedicar tanto tiempo y energía en buscar la perfección, a dar explicaciones de nuestro comportamiento o nuestra imagen, o cómo nos mostramos, a sentirnos insatisfechas, y desistamos de luchar entre nosotras y de juzgarnos para darnos permiso de usar nuestra imagen con libertad, de mejorar nuestra autoestima corporal y empoderarnos con nuestro propio modelo de belleza, que está justamente en ser nosotras mismas en todas sus facetas. Nuestra vida y nuestro cuerpo es nuestro y no de los demás.


Licenciada en antropología, fotógrafa autodidacta y empresaria. Obtuvo los premios: Premio Diosa de la Luz categoría Glamour por trayectoria y portafolio, primer lugar en el concurso del Salón de la Foto Guadalajara; reconocimientos del periódico La Unión de Morelos y Mujeres Empresarias como fotógrafa y directora de portadas; tercer lugar en el concurso Temas en Imágenes de la revista Temas Antropológicos de la Universidad de Yucatán. Su trabajo se seleccionó en revistas especializadas de fotografía como Cuartoscuro®, Fotozoom® y PHOTO®. Participó en exposiciones colectivas en México y realizó cuatro individuales, dos en México y dos en Francia. Fue profesora de fotografía de nivel medio y superior y tallerista de retrato fotográfico. Presentó ponencias de antropología social en el INAH. Es coeditora de la revista Consentidos. En 2007 fundó la empresa de servicios fotográficos CF Studio, donde es directora y fotógrafa. Su trabajo actual como artista se enfoca en establecer reflexiones en torno a las relaciones y percepciones humanas desde un punto de vista antropológico.