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EL OTRO MÉXICO, PARTE 1

 
En una comunidad cercana a Huehuetla, Puebla, donde aún se habla la lengua tutunakú en su mayoría y sólo algunos hablan un poco de español, me tocó una maravillosa experiencia que les quiero compartir.
Llegamos primero a desayunar a la dirección de la escuela local donde me dieron caldo de pollo ahumado con tortitas de pipián.
La cocinera, una mujer de habla tutunakú, me explicó que se muelen las semillas de la calabaza en un metate (un artefacto de piedra que aún se usa en algunas comunidades para moler varios productos), las semillas segregan aceites, es importante retirarlos, después se sazonan con algunas especias y un poco de caldo de pollo, se hace una masa y se forman las tortitas que después se cocinan en comal para finalmente agregarse al caldo. El resultado es exquisito.
 
Dimos un recorrido por la comunidad donde me recibió una señora que es abuela y que tiene una cocina típica, me permitió tomar algunas fotos de ella cocinando, desgranando en maíz y preparando el fuego, sus nietos rieron con ella, estaban nerviosos por la cámara. Al terminar la pequeña sesión, me regaló un bollo de elote que según me explicó, el elote se muele en el metate, se mezcla con canela y carbonato para después formarse los bollos dentro de las hojas del maíz y cocinarse al vapor en leña.
 
 
Después de esto tuve la suerte de encontrarme con una familia que celebraba el bautizo de sus dos hijos, me invitaron a la fiesta y la experiencia fue por demás enriquecedora, la gente de prácticamente toda la comunidad participa activamente en los preparativos. Los invitados llegan cargando cartones de cerveza, rejas de refresco y cubetas de tortillas que por supuesto son elaboradas a mano y en sus respectivos domicilios. Para ingresar a la fiesta, deben llegar primero a la puerta del domicilio y esperar que alguien de la familia les reciba los obsequios, después son dirigidos al patio posterior donde están las mesas y sillas para comer.
 
 
Para la comida había varias opciones, mole con guajolote, carnitas o consomé con carne. Al acercarnos a la casa, como foránea sobre todo, me recibieron de la manera más amable que pueda uno imaginar, me llevaron al patio donde me dieron a elegir entre su menú, opté por las carnitas. Después de llevarme un plato que igual tenía frijoles y salsa, me llevaron también una cubeta con esas hermosas tortillas, pasaron los niños llevándome un refresco y una cerveza.
Las mesas estaban decoradas con  arreglos florales, los cazos con las carnitas y la gran olla con el consomé, hervían a la leña unos metros a mi izquierda.
Comí como reina.
 
Después de comer, es momento de pasar a la casa a escuchar el huapango y bailar de ser posible. En esta región, el huapango se escucha de forma cotidiana, pero en eventos como una boda, bautizo, cumpleaños o cualquier fiesta no puede faltar un buen grupo de huapangueros que amenicen el lugar.
 
Es hora de partir, después de esto debo ir a otra comunidad y no tengo mucho tiempo, es poco lo que puedo compartirles al respecto comparado con lo mucho que vivo en cada lugar, pero espero que puedan ver un poco del «otro México» a través de mis relatos.