La naturaleza del acto de expresarnos.
La expresión es una necesidad inherente a los seres humanos. Como seres sociales vivimos y somos parte de un universo del que no podemos separarnos, y con el que nos relacionamos desde el momento mismo del inicio de nuestra existencia.
Todo organismo vivo requiere de un ambiente para interactuar, del que obtiene y al cual aporta elementos esenciales humanos; necesitamos del ambiente físico para intercambiar aire, nutrimentos. Necesitamos del ambiente social para intercambiar afectos y construir vínculos y con ellos, subsanar necesidades emocionales, de seguridad y de trascendencia. Incontables teóricos nos han hablado ya de todas estas necesidades que si bien sabemos; tienen un orden de prioridad, aún las necesidades más complejas son esencialmente humanas. Hay una fuerza natural que nos impulsa a crecer y a trascender, pero ningún organismo vivo crece aislado. Necesitamos de lo otro, pero sobre todo, de los otros, porque son los otros quienes pueden en realidad dar cuenta de nuestra trascendencia.
Los organismos vivimos conectados, y nuestra conexión se da a través de vínculos, vínculos de muy diversos tipos, con personas, con objetos, con instituciones, con sistemas. Sin embargo es importante descubrir que al final, todos los vínculos nos conectan de una u otra forma con otras personas, y es esta conexión la que particularmente a los seres humanos, nos hacer crecer y nos hace ser.
Todos los vínculos, todas las relaciones en nuestra vida tienen un efecto en nosotros, en distintos grados; a veces de forma intelectual, a veces de forma conductual y la mayoría de las veces de forma emocional. Las personas establecemos estos vínculos porque necesitamos formas y lugares de coincidencia con otras personas.
Está en nuestra naturaleza ir a buscar y descubrir mundos comunes que a veces se superponen y en donde es posible encontrar conflicto, y también en donde es posible el anhelado encuentro. Estamos así, siempre en el juego, generando comunicación, intentando el acercamiento con una necesidad natural de ir hacia los otros.
La expresión va mucho más allá de una intención.
Es cierto que no todas las formas de ir al encuentro con otro tienen una intención consiente y expresa, sin embargo, aquellas formas que sí la tienen, son fascinantes.
La expresión en general es una acción que abarca muchas facetas. Ya decíamos anteriormente que es natural en los seres sociales, es una necesidad y es una manifestación de viveza y cuando la acción de expresar trasciende la intimidad de la persona se convierte en un regalo para los otros. La maravilla de este regalo es que siempre es un encuentro con los otros, un encuentro que buscamos más allá de la incertidumbre del encuentro mismo.
Nos expresamos una y otra vez y resonamos en las expresiones de los otros. La expresión es un vehículo, es un medio y también es un fin en sí misma.
Nuestra expresión marca formas de vivir
En el desarrollo de nuestra sociedad, con las nuevas tecnologías; hemos encontrado nuevas y muy diversas formas (que se antojan infinitas) de hacer llegar a los otros nuestra expresión; son nuevas formas de hacernos escuchar, de hacernos mirar, de hacernos “tocar” y de “ser tocados”.
Y la relevancia de estas nuevas formas de expresión es tal, que están determinando nuestras formas de vivir. Nos educamos a través de estas, aprendemos y crecemos e inventamos nuevas formas ser y de estar en contacto con los otros.
La expresión es un acto de generosidad.
Hay expresiones francas y espontáneas, hay expresiones burdas y otras elaboradas, pero al final la expresión es generosidad, y es valentía. Cada persona tiene una expresión y cada expresión tiene un único momento, y esta unicidad permite a la expresión un infinito número de posibilidades de encuentro.
En sus formas más sublimes y sensibles la expresión es un regalo de creación por el cual el ser que se expresa, se regala a sí mismo en su obra. La expresión en el arte alude a lo profundamente humano. Ya sea con la palabra, con el signo, con la imagen, con el sonido, o con el movimiento; con todos los sentidos trasciende y busca intencionadamente tocar el alma de aquellos dispuestos, desde su humanidad; a recibir el regalo.
La expresión es una relación sensible.
La expresión artística en su naturaleza es una relación sensible, que busca y a veces evade la belleza. La relación y el encuentro en la expresión artística es otro acto de generosidad y lo es también de egoísmo, que es capaz de trascender el tiempo y tocar almas y corazones a través de generaciones sin importar territorio ni geografía, y se queda y así, forma parte de la historia. Aunque a veces tiene un disfraz efímero.
Las personas nos expresamos en la acción, y en la palabra, en el silencio y con el movimiento, con la presencia y por la ausencia. Vamos puestos en una imagen, trozos de alma en
un sonido, va nuestra esencia en un signo. El universo en un movimiento.
Tod@s tenemos la necesidad expresarnos; de vincularnos, de conectarnos, de establecer lazos de encuentro con los otros que nos permitan alimentarnos y crecer y trascender; con todos los riesgos que esto implica. Es casi instintivo, obedece a una necesidad casi evolutiva la intención de llegar a otros, de tocar a otros.
Es la expresión de lo que somos, de lo que amamos,
de lo que anhelamos o incluso de lo que soñamos un buen pretexto para buscar el contacto con otros, porque en la expresión conectamos, tocamos y en algún sentido somos tocados, porque la expresión, aún cuando sea una ilusión, prende fuego y abraza, y con un poco de suerte, en ese calor quizá l
ogramos por fin encontrarnos…
Kathia Ogaz.
