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LA FOTOGRAFÍA DESPUÉS DE LA MUERTE

Hace unos días recibí un audio de voz quebrada, esa voz era solo un poquito de todo lo que tenía roto la persona que lo hablaba. En su mensaje me pedía copia de unas fotos que me había comprado como regalo para alguien muy especial para ella, fueron fotos de maternidad, necesitaba las copias de manera urgente porque la persona que estuvo delante de mi cámara había fallecido y la familia quería una copia de las fotografías.

 

 
En otra ocasión fui a acompañar en un funeral a una familia que después de ser mis clientes, se convirtieron en amigos, al dar el pésame recibí un fuerte abrazo y un «Tú tomaste esa foto que está junto a él, gracias».
 
 
Otra experiencia que se ha repetido en mi carrera como fotógrafa de bodas, es capturar momentos muy especiales de los novios con sus padres, abuelos, o familiares cercanos, quienes más tarde, a veces al poco, muy poco tiempo ya no están con nosotros.

Sin mudarme a las experiencias de otras familias, al morir mi abuela, que fue como mi madre, escribí un texto que empezaba así «Vivo de y para la fotografía, en esta no medí la luz, ni planeé la escenografía, pero es la mejor, la tomé sin saber que sería la última sonrisa guardada de mi persona favorita, al día siguiente la vida comenzó a irse…»

El perder a mi abuela a sido lo más fuerte que he vivido, las muertes no se superan tal cual, pero se toman los recuerdos bonitos para honrar a la persona y para tratar de tener un poco de la felicidad que nos daban en vida, ahora no puedo voltear a su sillón y verla sonreír, pero puedo ver la fotografía que le tomé, y eso es lo más cercano a tenerla físicamente conmigo, las fotografías nos ayudan a no olvidar a las personas cuando la memoria falla, a pensar en ellas cada que volteamos a ese portarretratos en el que están. Sé que esa y otras fotografías de ella me ayudarán a presentársela a mis hijos cuando me pregunten ¿quién es Dolores y por qué tienes un tatuaje con su nombre? Yo les contaré que era una gran mujer y esas fotografías me ayudarán a ilustrar lo hermosa que era por dentro y por fuera. Esos niños pequeños, de tres o cinco años podrán conocer a su bisabuela a través de las imágenes y los recuerdos, y yo siempre podré ver esa era mirada azul que me llena de paz, que aunque nunca será lo mismo que ver esos ojos en vivo, es lo más parecido que tendré hasta que quizá nos volvamos a encontrar.
Esta es una de las razones más importantes por las que los retratos me parecen invaluables, creo que al tomar fotografías o contratar a alguien que nos las tome, estamos invirtiendo en recuerdos, en historias, en poder volver a vivir, volver a ser felices. 

Cómo mexicana también relaciono las fotografías y la muerte en nuestra tradición del altar de Día de muertos. Gracias a mi foto favorita, yo puedo ir a la sala de mi abuelita en cualquier momento y la tradición cuenta que ellos también nos pueden visitar por medio de las fotografías y ofrendas que ponemos el el altar cada dos de noviembre.

En conclusión, estoy convencida de que entre otros atributos, las fotografías tienen un gran valor porque congelan momentos y personas, todos tendremos un final, pero podemos llegar más allá de él a través de una fotografía que tomará un gran valor cuando los que nos aman ya no nos puedan ver.

 
Sin planearlo, ni siquiera imaginarlo, como fotógrafa he colaborado en inmortalizar un pedacito de las personas que he retratado y gracias a eso, pero sobre todo a las personas que confían en mí sus momentos más especiales, ese bebé conocerá el rostro de la mamá que con tanto amor se hizo esas fotografías para recordar el momento en el que estaban tan juntos.