Cuando eres la primera cámara
Recibí un mail de un chico que se decía fotógrafo, que estaba iniciando en bodas, y que estaba muy interesado en aprender de mí. Quería practicar acompañándome a una boda y así mejorar.
Casualmente a los pocos días, yo tenía una boda bastante grande, y aunque mi esposo me acompañaría (usualmente él es mi mano derecha), quise darle la oportunidad a este chavo y pensé que no estaría mal tener a alguien más que nos ayudara en caso de algún contratiempo, inclusive, en algún futuro, había la posibilidad de trabajar juntos de manera más constante.
Le comenté que mi esposo y yo trabajábamos juntos, que él era mi segunda cámara, pero que si quería acompañarnos, no había ningún problema, iría como asistente, las tareas consistían principalmente en cuidar y cargar equipo, manejar flash y cuando hubiera oportunidad –si lo deseaba- podía practicar con su cámara.
Le dije que durante la boda, podría aprender muchísimo cómo hacíamos las cosas, e inclusive podía preguntarme cualquier duda que le surgiera. No hablamos de remuneración económica, sin embargo, mi idea era darle $ por sus servicios al final del día.
Nos pusimos de acuerdo, le pedí que fuera de negro con vestimenta formal, zapatos cómodos, etc.
Quedamos de vernos en la entrada del recinto, llegó en tiempo, vestido de café, cosa que le perdoné pues me explicó que no tenía ropa negra… traía una maleta con todo su equipo. No le dije nada, sin embargo le comenté nuevamente que él venía como asistente y que era probable que no pudiera usar su cámara salvo en algunos momentos.
Nos dirigimos hacia la habitación de la novia, donde comenzaríamos. Nos presentamos y en cuanto sacaba la cámara le expliqué al susodicho lo que buscaba en esos momentos, lo que hacía normalmente al llegar, la luz, etc… a los diez minutos sacó su cámara y comenzó a tomar fotografías.
No le dije nada, puesto que era un momento relativamente tranquilo y no requería como tal su ayuda. “Que practique” me dije para mí misma, a pesar de ver cómo tomaba la foto que mi esposo o yo estábamos haciendo.
El plan a seguir fue el siguiente, el chico y mi esposo irían a tomar el arreglo del novio, y yo me quedaría con la novia. Nos juntaríamos de nuevo en la ceremonia y posteriormente haríamos el estudio y fotos familiares mientras el coctel sucedía.
Para no hacerles la historia larga, el chico estuvo tomando fotos todo el día, para el fin de la ceremonia, me quedó muy claro que el tipo lo único que quería era portafolio y le importaba poco aprender y mucho menos asistirme ese día.
Más que ayuda, me estuvo estorbando todo el tiempo, saliendo en las tomas y obviamente mi esposo fue el que estuvo al pendiente del equipo y maletas.
A la hora de la cena, le comenté que era probable que no nos dieran de comer, así que, le pedí que saliera del lugar a comprar un refrigerio en la tienda que estaba a una cuadra frente a la fiesta… su respuesta literal –un poco indignado– fue: “¿caminando?” sí por favor, le contesté.
Había momentos en los que se nos perdía, y hubo uno muy específico donde le pedí que me apoyara sosteniendo el flash externo. Minutos más tarde, era el momento de los fuegos pirotécnicos, y él se desapareció dejándome sin flash; todo porque él estaba tomando fotos de la fiesta.
Para esos momentos, me di cuenta del enorme error que había cometido al permitir que nos acompañara este tipo. Y decidí no darle ninguna remuneración.
Para finalizar con broche de oro, y a pesar de que le pedí que no publicara las fotografías (puesto que mi cliente lo deseaba así), al mes, había publicado el evento como suyo y sin ninguna mención mía por supuesto.
Sobra decir el coraje, y lo tonta que me sentí… todo por creer en la decencia de esta persona y no dejar claras las reglas del juego.
La otra cara de la moneda
Ahora te cuento otra experiencia, esta vez, yo siendo la segunda cámara.
Me creí muy afortunada porque el fotógrafo en cuestión es muy aclamado en todo el mundo, y al recibir ese mail preguntándome si estaba libre… bueno, yo estaba más que encantada de poder tener una oportunidad de trabajar con esta persona.
En fin, el día llegó, me aparecí con mi equipo, vestida adecuadamente (de negro y formal) como lo había pedido.
Al llegar, nos saludamos y le comenté que estaba lactando, que si era posible que en algún momento –durante la cena talvez- me podría apartar para sacarme la leche; me vió extrañado y me dijo que no había problema.
Enseguida me presentó a una de las coordinadoras del evento y sincronizamos cámaras, las examinó y vió que una tapa de una de las cámaras se había despegado y no podía volverla a poner en su lugar, de inmediato vi cómo la iba a arrancar…
Me sacó de onda puesto que es mi cámara y yo decido qué arrancarle, así que le dije: “No porfavor” “yo lo arreglo” él me responde que “se veía fea”.
Posteriormente sacó tarjetas de su maleta, y me las dió para usarlas en el evento… en ese momento comprendí que ni siquiera podría ver después las fotos que tomara. Ni para, poder ver mi desempeño.
A decir verdad, esto me desmoralizó un poco, sin embargo entendí sus razones. (si yo hubiera hecho esto con el chico de la otra historia, me hubiera ahorrado muchos problemas).
Obviamente, estaba muy nerviosa… el hecho de trabajar al lado de este personaje tan premiado, la verdad es que si me hacía sentir bastante insegura. Sin embargo a medida que fue pasando el día, los nervios fueron bajando.
Quería preguntarle tantas cosas, aprender de él lo más posible, sin embargo prácticamente no estuvimos juntos nunca; en cuanto llegué, me fui con el novio a su getting ready y él estuvo con la novia. En la ceremonia, él estuvo de un lado y yo del otro; al salir, me mandó de inmediato a la recepción y él se quedó con los novios.
A la hora de la comida, él comentó que no tenía hambre y se fue… en realidad convivimos poco. Yo me quedé con los chicos del video y mientras comíamos aproveché para sacarme leche, al poco rato regresó y se sorprendió al ver las mamilas en la mesa. Hizo un gesto de asco y enseguida las tomó e hizo un ademán como si las fuera a probar.
Le pedí que no lo hicera, pues las estaba guardando para mi bebé. Me vió con una cara como entre indiferencia y asco, y se fue. Me sentí muy incómoda pero no hice ningún escándalo ni nada.
El día no había sido para nada lo que yo hubiera deseado, esperaba un día lleno de trabajo pero también de aprendizaje… imagínense, trabajando hombro con hombro al lado de un rockstar de la fotografía de bodas! pero en realidad fue un día penoso, en el que prácticamente estuve sola tomando lo que creía podía servir, y dudando de mi misma todo el día, sintiéndome rara.
Al final, a la hora de la fiesta, le estuve ayudando con el flash externo, para hacer unos retratos a contraluz de los novios… cuando salió la toma que quería, me dijo: “con esta foto desquitaste lo que te voy a pagar” ya vete, ha sido un día raro, yo puedo sólo con el resto de la fiesta, gracias.
Me retiré de ahí, con un sentimiento de derrota.
Me juré a mí misma que no volvería a pasar por ninguna de estas situaciones y me planteé una serie de puntos que como segunda o primer cámara debes de considerar:
- Aclara las actividades que necesitas de la persona, o si eres la segunda cámara, pide te expliquen lo que esperan de ti.
- Si la persona que te acompaña va a tomar fotos, revisa el equipo que tiene o mejor aún pregunta por anticipado, para que no tengas sorpresas el día del evento, en cuanto a calidad de imagen. Si te es posible, al final del día, descarga las imágenes en ese momento, o mejor aún, tú dale las tarjetas.
- Si vas como segunda cámara, pregunta si puedes usar las fotografías y bajo que términos. Como primer cámara, te pediría que, antes de publicarlas, pidas autorización de lo que vas a publicar y que no olvides mencionar expresamente que fuiste acompañante del fotógrafo.
- Expresa en su momento si algo te molesta (seas primera o segunda cámara). No te quedes callado.
- Como primer cámara, piensa que esta persona viene a aprende de ti. Comparte la información, incítalo y dale la confianza para que experimente, y también para que te haga preguntas. Sin embargo, el hacer tu trabajo es la prioridad, por lo que todo tiene su tiempo y lugar. Como segunda cámara, te aconsejo que guardes tus preguntas para la hora de la comida o cuando haya un descanso.
- Como segunda cámara, sé servicial y da el extra. Creeme que eso te abrirá muchas puertas, no sólo en el mundo de la fotografía, si no en todo! Inclusive si algo “no te corresponde” como ir a la tienda a comprar snacks.
- Como segunda cámara, comprende que vas a ayudar a otro fotógrafo, y vas a aprender. Aunque hayas hecho unas fotos padrísimas que te mueres por presumir, date cuenta que no las hubieras tomado de no ser por el fotógrafo que aceptó que lo acompañaras, ante todo es su cliente y su boda. No te corresponde “apropiarte” enteramente del trabajo realizado, aunque sea tu cámara y tu hayas apretado el botón.
- Sobra comentar que es de pésimo gusto dar tarjetas personales durante un evento al que te invitaron de segunda cámara. Aunque te mueras por trabajar con esa wedding planner o en ese lugar, no lo hagas. Es muy poco profesional, además que dejas mal al fotógrafo que te invitó. Tampoco etiquetes a los novios en publicaciones o trates de venderles fotos.
- Como regla general, si el fotógrafo te pide que lo asistas como segunda cámara, se entiende que hay un $ de pormedio, puedes preguntarle cortésmente. Si tú eres el interesado en ir como segunda cámara, el favor te lo están haciendo a ti, al permitirte ir a una boda con él; así que yo no pediría $. Yo creo que con aprender y practicar tiene ya mucha ganancia.
- Ten paciencia, nadie empezó sabiéndolo todo, y es casi imposible que a la primera se tomen el ritmo y hagan todo como tu quisieras sin explicar nada. Habla, pide, explica lo que necesitas, cómo lo necesitas y cuando. Así, todos estaremos en la misma sintonía y no habrá malos entendidos.
- Si necesitas tomarte un tiempo fuera, un descanso o lo que sea, por X o Y razón, trata de que sea en algún momento que no afecte. Como por ejemplo, la hora de la cena.
- Y como en todo momento y todo lugar, valores como el respeto, la cortesía, puntualidad o el ser solícito serán muy valorados. No porque nuestro trabajo pueda parecer “relajado” debemos dejar de lado el profesionalismo.

Fotógrafa mexicana egresada de la Escuela Activa de Fotografía de la ciudad de Querétaro.
Poco tiempo después de graduarse realizó su primera exposición fotográfica en la ciudad de San Miguel de Allende: “Transformación del alma”.
Ha tomado diversos talleres de fotografía entre los que destacan el Taller de Fotoperiodismo que la Agencia Magnum imparte en Nueva York cada año, y el Foundation Workshop en Texas, especializado en fotografía documental de bodas.
Fué nominada a “Fotógrafa novata del año” dentro del Congreso de Fotografía: “BodaF”.
En el 2011, lanzó el sitio web de bodas: “a punto de casarse” dedicado a dar consejos útiles a todas las parejas que estuvieran organizando su gran día.
Ponente en el primer congreso de fotografía “F14” en Diciembre del 2013.
Ha participado en varias ocasiones en la organización de múltiples talleres nacionales e internacionales, así como convenciones de fotografía.
Diana ha enfocado su carrera principalmente, en el fotoperiodismo de bodas y ha impartido varios talleres, cursos y pláticas al respecto.
Le gusta pensar que su trabajo fotoperiodístico sirve un propósito.. es como dejar huella, un legado. Para ella cada día, es una oportunidad de sorprenderse.
Las bodas son su idilio. Sin embargo, la maternidad le dio un nuevo significado y sensibilidad a su trabajo y a lo que ve en cada imagen.
Actualmente vive con su esposo y sus dos hijos, sorteando la gran labor de ser mamá y fotógrafa.